viernes, 4 de enero de 2013

Columna en El Pais, Enero 4 de 2013

Ni suena, ni truena

El mundo está lleno de personas con buenas intenciones. Lo que falta generalmente es la capacidad de concebirlas bien, de ejecutarlas y de contar además con el caudal humano que las soporte. Creo que el tal Pacto Vallecaucano tiene su razón de ser porque somos un departamento golpeado profundamente en nuestro amor propio. Sin embargo, quienes gestaron el proyecto se quedaron en el impacto de un día y esas V’s que debiéramos estar viendo por todo el Departamento, se han diluido dejando en el olvido una buena oportunidad.
Según el concepto expuesto en noviembre previo al lanzamiento del Pacto, lo que pretendía la Secretaría de Cultura del Departamento era recuperar los valores colectivos, la credibilidad, el respeto y el liderazgo en el Valle y así lograr que renazca el sentido de pertenencia, el amor y la fe que los vallecaucanos debemos tener por nuestra región. En su momento se anunció que esto se llevaría a cabo a través de la articulación y aportes de los sectores público, privado, académico y que además tendría unos indicadores de gestión para medir los resultados en términos de reducción de violencia, intolerancia, factores de desarrollo e incremento del turismo.
Indiscutiblemente es una tarea cargada de buenas intenciones, pero a mi manera de ver se lanzó una campaña sin tener la sustancia que lo soporte. Primero es necesario gestionar, ejecutar, implementar cambios y después sí podemos y debemos salir a cacarequearlo a los cuatro vientos. Entretanto, ¿cómo construir confianza? ¿Cómo generar respeto? ¿Cómo hablar de liderazgo? Contamos es con un intangible y así no se puede presentar este tipo de campañas a una población incrédula, desarraigada y desmotivada. Es un aspecto elemental del mercadeo: se tiene un producto y se sale a hablar de él. Claramente en el Valle todavía no lo tenemos.
El entusiasmo por la región no se inyecta con la presencia de unos cuantos artistas, modelos y presentadores. Menos con ver agarrados de las manos a unos cuantos políticos locales en quienes tan poquito creemos porque no representan esos valores que presuntamente estamos buscando.
El entusiasmo surgirá cuando veamos que la supuesta clase ‘dirigente’ es reemplazada por jóvenes con verdaderos valores colectivos y que además representen a ese colectivo, cuando se logre limpiar esta sociedad de la cultura narco que la ha permeado hasta el tuétano, cuando los parlamentarios de la región trabajen de verdad por sus electores y no por ellos mismos, cuando logremos la infraestructura adecuada para conectarnos con el mundo, cuando erradiquemos la extorsión y la violencia, cuando tengamos a todos los niños vallecaucanos bien nutridos y educados, cuando eliminemos de nuestra sociedad la permisividad y la indiferencia por el maltrato y la violencia intrafamiliar y cuando tengamos a todos y cada uno de nuestros conciudadanos con sus necesidades básicas satisfechas y superadas.
Obvio, suena a una utopía, pero esos son los indicadores que generarán la dinámica positiva que se pretende, no es a la inversa. Evidentemente los cambios aquí y en cualquier lugar del mundo entran por los ojos, por la boca y por el bolsillo de los ciudadanos y de ahí llegan al corazón y a la razón.
Mientras que no comiencen los cambios sustanciales que impacten positivamente a todos los vallecaucanos, mi credibilidad seguirá igual: con la tendencia a la baja que tiene desde hace años. Tristemente el Pacto Vallecaucano ni suena, ni truena.

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