domingo, 19 de febrero de 2012

Columna El Pais Febrero 11 de 2012

Se pasaron!

“Desde un extremo al otro de la Península Ibérica, los hombres fueron arrancados de su lecho, de los campos de los monasterios, de las fábricas y de los hospitales, de los brazos de sus mujeres y de sus hijos, para llevarlos a una cita con la negra y macabra deidad. Los hombres morían valientemente, cruelmente, protestando, inocentes y anónimos. Pero, por encima de todo, morían”.
En lo que se constituye como un indiscutible golpe de opinión, la Presidencia de la República en cabeza de Juan Manuel Santos informó que, aunque haya sido condenado en su país, el juez español Baltasar Garzón continuará colaborando en Colombia con la Misión de Apoyo para la Paz, un ente adscrito a la Organización de Estados Americanos (OEA).
Genera tranquilidad que el Primer Mandatario tenga los pantalones para autorizar la emisión de una información de esta naturaleza, no obstante la ambigüedad al respecto del propio Secretario General de la OEA, José Miguel Insulza, el lunes en la W Radio y también frente a la contundente afirmación del procurador Alejandro Ordóñez, para quien el juez condenado “no puede ser acogido como asesor, ni como interlocutor válido”.
Indudablemente, Baltasar Garzón genera pasiones, sobre todo entre sectores de la derecha por los procesos iniciados y las condenas emitidas en contra de personajes cuyos delitos en contra de la humanidad no podrían ser pasados por alto, como fue el del general y ex presidente chileno Augusto Pinochet.
No obstante el desprecio que suscita Garzón en sectores de derecha, la Guerra Civil española debe analizarse en un contexto que va más allá de dos ideologías en conflicto, porque también fue un combate exacerbado por el desafío de la independencia regional al centralismo estatal y por una lucha de libertades individuales en contra del autoritarismo. De manera que el espectro es un poco más amplio y tiene mucho que ver con las pasiones y deseos del ser humano en la búsqueda de su felicidad.
Esa demencial lucha fratricida, además de generar los odios que aún hoy perduran, dejó unos 600.000 españoles muertos y otros dos millones con sus cuerpos mutilados de una u otra manera.
Con la convicción de que no debe haber amnistía e impunidad por los crímenes en contra de la humanidad, Baltasar Garzón se dispuso a investigar las muertes masivas ocurridas durante la dictadura de Francisco Franco, además de los casos de corrupción en los que se han visto inmiscuidos políticos españoles de todas las vertientes.
Claramente ha pisado callos, y muchos, e infortunadamente en el mundo actual eso –y ser un reconocido defensor de los derechos humanos- se paga caro.
Por eso la posición asumida por el Gobierno colombiano es valerosa. Quienes aplaudimos que desde el momento en el cual Santos asumió el poder el ser es humano de nuevo, debemos apoyar la tarea que se ha impuesto al representar a un Estado generoso, solidario y sensible, porque claramente en ese sentido veníamos en un camino muy maltrecho y nuestro desprestigio a nivel mundial estaba siendo de proporciones progresivamente preocupantes.
Durante la Guerra Civil española el canto de los millones de republicanos dirigidos por La Pasionaria Dolores Ibárruri era ¡No Pasarán! Cuando los nacionalistas lo hicieron, en desafío canturreaban ¡Ya Pasamos! En el caso de Baltasar Garzón, quienes se ensañaron contra él y lograron la condena del Tribunal Supremo hace dos semanas ¡Se pasaron! No deben hacerlo más, no tiene sentido.

Columna El Nuevo Siglo Febrero 17 de 2012

Máquinas de muerte
Muchas personas que se relacionan a diario con grupos de jóvenes, ven con creciente preocupación la manera cómo un significativo porcentaje de ellos viven cada vez más sustraídos de la realidad y además con una manifiesta indiferencia por el contexto histórico global. No cuestionan, no controvierten, no investigan y no van mucho más allá de sus propias narices. En ese sentido pareciera ser fábula o historia de ficción aquello que llamamos la Memoria Histórica sobre acontecimientos mundiales que de una u otra manera nos han cicatrizado como colectividad.
Una clara muestra es aquella foto tomada en Afganistán en 2010, donde un grupo de marines estadounidenses posa frente a una bandera de su país pegada a otra con las siglas SS. Ellos, presuntamente desconociendo el trasfondo real de esas odiosas letras juntas, pusieron la imagen en un blog y con ello la semana pasada dieron pie a un escándalo internacional de marca mayor.
Estos diez jóvenes, bonitos, bien uniformados, debidamente alimentados y armados hasta los dientes, afirman que no tenían idea del pasado macabro que evocan las SS diagramada en forma de rayos, y que simplemente pensaban que se refería a un grupúsculo dedicado a maniobras militares denominado Sniper Scouts.
Los jóvenes militares no serán procesados penalmente por el hecho según anunciaron portavoces de la Marina, porque “fue un error inocente”, y seguramente sí lo fue. Tristemente es un error que radica en una ignorancia suprema acerca de lo que fue la Schutzstaffe en el contexto histórico del Holocausto y los millones de seres humanos inocentes muertos que la siniestra organización carga encima. Es un error que debe obligar al sistema educativo de EE.UU. a hacerse serios cuestionamientos sobre la profundidad y la calidad en los conocimientos que imparten. De igual manera debe cuestionarse la ligereza con la cual fue abordado el tema en el interior de la Fuerzas Armadas y la manera como justificaron el hecho, porque evidencia que los jóvenes que se enlistan están lejos del mundo real, desconocen que todas las sociedades estamos entretejidas y que esa demencial barbarie de hace tan solo 70 años es algo que todavía nos afecta.
Quienes más debieran estar sensibilizados sobre las razones de las grandes guerras mundiales son las personas que empuñan armas y combaten desde la legalidad. Son eventos que nos dejaron huellas indelebles y el conocimiento a fondo de sus razones, sus actores, sus procedimientos y sus consecuencias son indispensables para evitar el riesgo de convertirse de nuevo en simples máquinas de la muerte.