lunes, 10 de junio de 2013

Columna El País Junio 7 de 2013

Un compartir de cerebros

Estamos en esa época del año cuando muchos de quienes están en grado 12 del calendario B están recibiendo respuesta de las universidades a las que aplicaron, pensando en sus ceremonias de grado y tanto sus padres como ellos mismos, no dejan de derramar lágrimas por la despedida y el paso a una nueva vida de responsabilidades y deberes.
En ese orden de ideas, surge una inquietud cuya respuesta evidente invariablemente produce tristeza. ¿Cuántos de esos jóvenes que se gradúan con honores de colegios en los cuales han tenido acceso a los mejores recursos pedagógicos, a profesores cualificados, al bilingüismo, a culturas distintas, deciden estudiar para ser maestros? ¿Cuántos de ellos buscan compartir su conocimiento con otros? Me atrevo a decir que pocos, lo cual es una tragedia porque quienes están preparados intelectualmente con lo mejor, han sido preparados sicológicamente por el mismo sistema a decir que NO. Y es que el ser maestro en Colombia es una profesión que no tiene prestigio alguno a ojos de muchos.
Afortunadamente existen organizaciones como la Fundación Compartir, la cual premió recientemente -como lo hace desde hace 15 años- a dos personas que se destacaron por sus prácticas pedagógicas innovadoras y generadoras de cambio. Fueron ellos Aníbal Bubú, y Sandra Suárez. Él es licenciado en Ciencias Sociales de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín y se desempeña como rector del Instituto Departamental de Educación Básica Indígena (Idebic) en el Valle. Con su programa Educando en la Diversidad, Bubú logró implementar un programa que respeta la tradición de su ancestro nasa y al mismo tiempo está acorde con los lineamientos del Ministerio de Educación. Sandra Suárez por su parte, ha logrado a través de la danza sanar las heridas emocionales y deficiencias cognitivas de sus estudiantes, quienes construyen su autoestima con pasos de baile. Su Institución Educativa, el Magdalena Ortega de Nariño en Bogotá, ha disminuido significativamente los indicadores de violencia. Ambos fueron conscientes que al compartir conocimiento, podrían generar cambio.
La Fundación Compartir entregó también el avance de un estudio según el cual “no se puede dar un verdadero salto en el mejoramiento de la calidad de la educación para todos si no se desarrolla una política integral y sistemática para el mejoramiento de los docentes”. Yo diría que este Gobierno ha dirigido esfuerzos hacia esta realidad y se ve no solo voluntad, sino gestión.
No obstante, la necesidad apremiante es promover que más estudiantes excelentes vean la docencia como una profesión valiosa para ellos en lo personal, porque es muy grave que sean los jóvenes con los puntajes más bajos de la Pruebas Saber quienes están accediendo a esa carrera. Evidentemente los maestros deben ser por naturaleza lo mejor de lo mejor y estar dispuestos a un compartir de cerebros. Pero ese cambio se dará cuando valoremos la profesión no sólo desde lo familiar y social, sino cuando se comprenda que la transversalidad de la calidad educativa toca de manera directa la gestión de todo lo público.
En ese sentido, como sucede en Finlandia, somos responsables de otorgar a los maestros un estatus social especial, y las políticas de Gobierno deben continuar enfocándose a lograr la meritocracia educativa y que quienes se hagan merecedores del título, tengan garantizados sueldos y horarios dignos.
Ser docente debe ser un honor y no un Plan B de los mal preparados.

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