viernes, 13 de mayo de 2011

Columna en Kienyke Mayo 13 de 2011

El Hitler negro a metros de la Pietá

A la beatificación de Juan Pablo II fue invitado un personaje que sin lugar a dudas no merecía estar ahí sentado. Sin embargo muchos –entre ellos el mismo Vaticano- evidentemente optaron por seguir haciéndose los de la vista gorda y en vez de desinvitarlo por sus desmanes en contra de la población civil, tal como hicieron con el Presidente de Siria Bashar al Assad, decidieron no juzgarlo con el mismo rasero.
Robert Gabriel Mugabe, quien junto a su esposa Grace, vio la ceremonia en Roma desde la primera fila, ha sido durante 31 años presidente de Zimbabue, un país de 12 millones de habitantes en el sur de África. Hacia los años 70,cuando comenzó su lucha en contra del régimen del inglés Ian Smith y la sangrienta destrucción que había traído consigo, Mugabe fue considerado un héroe salvador de la Patria. En ese entonces el país todavía se llamaba Rhodesia en honor a Cecil Rhodes (otro inglés que colonizó el país) y Mugabe era la cabeza de una lucha revolucionaria marxista.
El 4 de Marzo de 1980 fue elegido presidente por una abrumadora mayoría e hizo un llamado a la estabilidad, la unidad nacional y el predominio de la ley y el orden. Igualmente prometió que la propiedad privada se protegería y afirmó que ¨no habrá intento alguno por nuestra parte de usar la mayoría para victimizar a la minoría, nos aseguraremos que haya un lugar para todos en este país. Ahondaremos nuestro sentido de pertenencia y engendraremos un interés común que no conozca razas, colores o credos¨. Ante esto el mismo Ian Smith, quien semanas antes lo había llamado un ¨apóstol de Satanás¨, lo encontraba ¨sobrio y responsable¨.
No obstante, pronto afloró la verdadera esencia de Mugabe y convirtió un gobierno que para la mayoría de los electores había constituido una esperanza de paz y reconciliación, en un régimen autocrático y despiadado, donde sus ansias de poder y riqueza eran manifiestas. Repartió cargos públicos entre sus áulicos convirtiendo la corrupción en pan de cada día y la ineficiencia del Estado se reflejó en índices de desempleo e inflación alarmantes, servicios públicos inoperantes, escasez de alimentos, enfermedades, desplazamiento y serias fallas en el sistema educativo. En otras palabras, un país indigente, que en la actualidad tiene un índice de pobreza multidimensional del 0,174 y una esperanza de vida de 47 años, según el PNUD.
Adicionalmente, para favorecer a quienes él llamaba veteranos de guerra, permitió saqueos y expropiaciones de predios tanto de blancos como de negros y comenzó una violenta represión a todo lo que oliera a oposición.
En los últimos 31 años se han llevado a cabo cinco elecciones y evidentemente Mugabe ha sido el triunfador en todas, manteniendo su mano fuerte aun cuando a todas luces el fraude y la intimidación han sido masivos. En 2008, Morgan Tsvangirai, su más fuerte opositor, líder del Movimiento por el Cambio Democrático(MDC) y un sobreviviente de vejámenes, encierros, amenazas y presuntos intentos de asesinato por parte del régimen, asumió como Primer Ministro con el supuesto acuerdo de un Gobierno conjunto. Tsvangirai ha tenido poca visibilidad y margen de acción, pero a ojos de algunos en la comunidad internacional, fue un gesto gallardo de Mugabe permitir su participación.
Es francamente inexplicable que el Vaticano haya extendido, y mantenido en firme, la invitación a Mugabe (quien se autodenominó el Hitler negro) para asistir a la beatificación de Juan Pablo II. Tenerlo ahí, tan cerca de la Pietá de Michelangelo y entre miles que honraban al difunto Papa, fue en realidad una afrenta a todos los fieles, a los habitantes de Zimbabue y a quienes creen firmemente en la prevalencia de los derechos humanos. Como dicen algunos, de todo se ve en la viña del Señor.

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