martes, 9 de agosto de 2011

Columna El Nuevo Siglo Agosto 5 de 2011


Carlina Toledo Patterson

Al son de quien mejor pague

Tengo la plena certeza de que la gente de Boyacá es buena de corazón. Sin embargo, la duda al respecto asalta a cualquiera que haya leído un artículo publicado el Domingo pasado en El Tiempo, según el cual las autoridades y habitantes de Paipa, Tuta, Tunja y Cómbita parecieran preferir en su entorno la presencia de extraditables, a los recién llegados miembros de las bacrim.

El dilema comenzó a principios del año, cuando por cuestiones de ahorro en los traslados a diligencias judiciales en Bogotá, la logística que ello implicaba y las óptimas condiciones de seguridad en La Picota, el Inpec tomó la decisión de transferir a un grupo de 137 extraditables que se encontraban presos en Cómbita. Su espacio lo ocuparon 327 miembros de las bacrim. 

Claramente cualquier persona con pleno uso de razón no quisiera ni al uno ni al otro cerca, pero de ahí a que las autoridades tengan la desfachatez de presentar al Ministerio de Defensa oficios, derechos de petición y 700 firmas de ciudadanos además de armar según El Tiempo ¨una fuerte campaña mediática¨ para protestar por el hecho, hay un abismo moral inmenso.

Lo que se evidencia del artículo en cuestión es que aunque la razón más fuerte que esgrimen tanto autoridades como ciudadanos es un tema de seguridad, el trasfondo real de su malquerencia es simple cuestión de plata. Consideran ellos que los miembros de las bacrim son más peligrosos que los extraditables -la mayoría de los cuales son requeridos por las autoridades estadounidenses por tráfico de estupefacientes- y que el hecho de tener a los primeros cerca significará el deterioro de la valorada paz que se vive en la región. No obstante y según afirmó el Comandante de la Policía de Boyacá: “hasta ahora no hay impacto negativo”, lo cual es reconfirmado por otras autoridades según las cuales “no ha habido ninguna alteración del orden público que involucre a los nuevos reclusos de Cómbita”.

Sin embargo su dinámica económica sí cambió porque en hoteles, restaurantes y establecimientos comerciales no pulula ya la plata sucia y abundante de los familiares de los narcotraficantes.
Claramente esa buenura connatural a los boyacenses ha cedido a la cultura traqueta que tanto daño ha hecho a regiones como el Valle del Cauca donde muchos ciudadanos del común, políticos, deportistas y periodistas, entre otros, cedieron al dinero fácil.

Dicen que “de las únicas bandas que saben en Boyacá es de las musicales”. Seguramente, pero pareciera que ya comenzaron a bailar al son de quien mejor pague.

@CarlinaToledoP

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