jueves, 15 de septiembre de 2011

Columna Kienyke Septiembre 15 de 2011

Cucos, calzones o nada

Otro concurso de Miss Universo pasó, y nada contundente sucedió. La representante de Colombia nuevamente logró ubicarse entre el primer grupo de finalistas (lo cual comprueba que alguito sí tiene), pero como sucede desde hace años, faltó el centavo para completar el peso.
Los pronósticos, las cábalas y los deseos de muchos daban a Catalina Robayo como ganadora segura por su tonificado y bien torneado cuerpo, su actitud presuntamente arrolladora, su cautivante y seductora sonrisa y hasta por la pantalla que se dio por andar mal sentada sin ropa interior. No obstante, cuando llegó la hora de la verdad, el jurado escogió a un selecto grupo de jóvenes a quienes además de lindas, principalmente se les ve porte y elegancia, o en otras palabras, aquello que las abuelas odiosamente llaman clase.
Francamente yo sí agradecí que Catalina Robayo no estuviera entre el grupo de mujeres que tuvieron la oportunidad de desfilar ante millones de personas en traje de gala, porque elsneak preview que tuvimos del adefesio diseñado por Alfredo Barraza era propio del vestuario de Lady Gaga. Semejante lobera me hubiera dado una descomunal pena ajena. Me cuesta algo de trabajo comprender la falta de ubicuidad del diseñador a la hora de crear algo tan increíblemente inapropiado para la gala de un certamen de belleza, pero bueno, el sentido de la estética es a todas luces subjetivo. Lo que sí nos quedó claro a todos quienes vimos el concurso el lunes en la noche es que el jurado estaba en busca otra cosa bien distinta a lo que lució y transmitió Catalina en el transcurso del reinado, porque los vestidos y ademanes clásicos y femeninos de las cinco finalistas, dieron comida para el pensamiento.
Claramente la representante de Colombia sí fue la candidata que más se destacó en el Reinado Nacional de la Belleza local y no podemos negar que de una u otra manera representa la belleza de la mujer colombiana actual. Lo que tenemos que admitir nosotros los colombianos y colombianas es que nuestras mujeres –o al menos las que se presentan a los reinados- no son las más bellas del mundo. Indiscutiblemente sí están entre un selecto grupo de mujeres exuberantes, sexys y buenonas como dicen algunos, pero nuestro prototipo no llena los requisitos de un concurso que en cuestiones de belleza se está fijando en algo más. Ellos claramente están en todo su derecho de tener unos parámetros estéticos distintos a los nuestros, así como lo estamos nosotros de enviar mujeres que son una muestra de lo que en la actualidad somos.
Sin embargo si vale la pena una la reflexión al respecto porque si vamos a continuar mandando mujeres que calarían mejor en las telenovelas que tanto gustan a ciertos sectores de nuestra población como El Cartel o Sin Tetas no hay Paraíso (o eventualmente como presentadoras de banalidades en los noticieros), pues dejemos de estar pensando que vamos a ganar y simplemente aceptemos que es un jovencita cuyas curvas queremos que mire la media humanidad que se sienta a ver la transmisión del concurso cada año.
 Pareciera que el Concurso Nacional de la Belleza, en cabeza de Raimundo Angulo, piensa que enviar jóvenes curvilíneas y desparpajadas es una manera acertada de vender a Colombia en el exterior. Algo así como una estrategia de posicionamiento de Proexport. Es posible, y hasta válido, sin embargo ya es claro que aun con cucos, calzones o sin nada, no estamos dando la talla y el “producto” definitivamente hay que empacarlo mejor.

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