sábado, 29 de octubre de 2011

Columna en Kienyke Octubre 28 de 2011

Bruja, con clase

La historia de la humanidad es rica en cuentos de mujeres que por una u otra razón han trascendido a su época y han marcado la pauta en distintos frentes. Muchas de ellas por heroínas o villanas, brujas o ángeles. Susana Castellanos de Zubiría escribió unos recuentos estupendos sobre muchas de ellas y en su búsqueda por “comprender la condición humana” reflejó gran parte de sus estudios en los libros Mujeres perversas de la historia y Diosas, brujas y vampiresas.
Recientemente, en un recorrido por las páginas de una biografía de Gabrielle “Coco”Chanel (The legend and the life, por Justine Picardie), concluí que pocas mujeres como ella están ligadas de manera directa al contexto histórico y político de su época, a través de la epítome de todas las manifestaciones femeninas: la moda. Ciertamente, Coco Chanel tendría más que merecido su propio capítulo en una de las obras arriba mencionadas.
Todas las mujeres adoptamos una tendencia en la moda que termina reflejando lo que en esencia somos, unas son atrevidas e irreverentes, otras hippies o hippie chics, las hay vanguardistas, retro, contemporáneas, neocontemporáneas y existimos también aquellas que por más que tratemos de innovar un poco, siempre terminamos en el ala de lo clásico. Ahí es donde inevitablemente las creaciones de la Casa Chanel son lo mío y estoy totalmente de acuerdo con su famosa máxima que dice “Black wipes everythingelse around” (el negro elimina todo lo que le rodea).
En el negro es donde comienza la fascinación por esa mujer impecablemente vestida, con sus infaltables chaquetas, perlas y cigarrillos. Una mujer que en sus diseños y todo su entorno logró plasmar la historia de su vida, la cual no tuvo un comienzo feliz y que como muchas brujas, vampiresas o perversas, tiene una historia extensa de soledad.
Chanel -también como muchas mujeres desde tiempos inmemoriales- afirmaba sabiamente que su “edad variaba acorde con los días y las personas con las que estuviese”, de tal manera, se sabe que nació el 19 de agosto, pero de un año completamente incierto. Fue también una voraz lectora desde sus años de adolescente cuando, absorta en las novelas románticas de Pierre Decourcelle, anhelaba vivir en esos mundos llenos de melodrama y amor. Años después confesaría que la respiración agitada y entrecortada con la que terminaba algunos capítulos de las obras del autor francés la hicieron “darse cuenta que fuera del secreto de la confesión, era un ser humano”.
Efectivamente vivió como todo un ser humano lleno de pasiones, sensaciones, amores y decepciones. Amante de la comodidad, la sencillez y la estética, también tenía una visión bastante crítica de la sociedad que la rodeaba. Apelando a su muy desarrollado sentido del olfato (el cual según ella adquirió cuando la obligaron a besar los labios del cadáver de su madre) decía que las cortesanas olían bien, pero que las damas de sociedad hedían. Sin embargo, de tanto venderle a esas damas de sociedad amasó una copiosa fortuna y dejó una casa de modas que persiste con la clase y el prestigio que tuvo desde su creación. De esa misma sociedad extrajo una significativa lista de hombres con quienes tuvo largas relaciones amorosas y que eran poderosos, ricos o con uno que otro título nobiliario, pero quienes a la hora de decidirse por una esposa dejaban a la costurera por alguien con más abolengo y continuaban como sus grandes amigos hasta el fin de sus días.
Boy Capel, el segundo de ellos, quien financió el comienzo de su carrera y murió en un trágico accidente, alguna vez le confesó: “Pensé que te había dado un juguete, lo que te di fue libertad” y ella lo reafirmó a Paul Morand quien escribiera sobre ella L´Allure de Chanel: “soy libre como un pájaro”.
Actualmente, quienes guían a los interesados por sus aposentos privados y la Casa Chanel del 31 Rue Cambon en París, dicen que su presencia aun se siente “al oscurecer, aun cuando las luces están prendidas, su imagen aparece en un espejo o sus pasos se oyen en las escaleras, muy suaves, muy discretas, pero tan veloces que nadie la puede alcanzar”. Finalmente, libre como toda una bruja o vampiresa, y ¡con qué clase!

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